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La Bioarquitectura como respuesta para la disminución de la huella de carbono en la industria de la construcción

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La bioarquitectura es como una vuelta al origen, pero con un toque moderno. Se trata de construir usando materiales naturales que llevan con nosotros miles de años, permitiendo crear espacios mucho más saludables y en sintonía con el clima que los rodea. Esta técnica ancestral, junto con su versión moderna (la arquitectura bioclimática), busca aprovechar lo mejor de la naturaleza, como la luz del sol, el viento y la lluvia, para construir de forma más amigable con el planeta.

Uno de los puntos clave es reducir la huella de carbono que dejan los materiales de construcción tradicionales, como el poliestireno (o telgopor), que proviene del petróleo y contamina desde su extracción hasta que se convierte en residuo. En lugar de eso, la bioarquitectura propone usar biomateriales, como el fardo de cortadera, que absorben dióxido de carbono y, si alguna vez se derrumba, vuelve a la tierra sin dejar huella.

Además, no solo se trata de los materiales, sino también del diseño bioclimático, que adapta la construcción al entorno. Por ejemplo, se puede aprovechar el sol en invierno o los vientos para ventilar en verano, haciendo que el edificio consuma menos energía para climatizarse.

¿Es más caro? Pues, depende. Al principio, construir una casa bioclimática puede costar lo mismo o un poco más, pero el ahorro en energía compensa rápido ese gasto inicial. En resumen, aunque no es magia, la bioarquitectura ofrece una forma más eficiente, ecológica y a largo plazo, más económica de construir y vivir en armonía con el planeta.

 

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